De pequeña escuchaba a otros niños decir que las tablas de multiplicar se les habían atragantado. 30 años después, hace dos semanas, me decía mi amigo Erasmo que a su hijo se le habían atragantado las tablas de multiplicar. ¿Cómo puede ser que hayan pasado 30 años y las tablas de multiplicar sigan siendo una angustia para muchos niños?
Recuerdo el verano de 2º de BUP, lo que ahora es 1º de bachillerato, con 16 años tuve que dedicar mi verano a estudiar matemáticas. Yo nunca he sido una mala estudiante, sin embargo, ese verano me cayeron las matemáticas para septiembre. Todos los veranos los pasaba en el chalet, y ese verano una amiga estuvo viniendo a casa algunas tardes para darme clases de repaso y explicarme lo que en mi mente me parecía tan abstracto. Con los años he ido observando y constatando que las matemáticas es una de las áreas que más dificultad genera entre los niños y adolescentes. Requiere de un razonamiento de tipo deductivo que supone un mayor esfuerzo de atención. Además, las matemáticas son progresivas, si un niño no aprende el concepto de número, difícilmente podrá sumar o restar. Y si no sabe multiplicar, escasamente podrá dividir. Si a esta aparente dificultad le añadimos la falta de motivación, descubrimos por qué los niños dicen que las matemáticas son difíciles.
En el colegio al que yo iba de pequeña el profesor de matemáticas, Carlos, siempre nos decía: «os voy a poner un gazapo en el examen para ver si estáis atentos». Y ya nos ves a todos, deseando que llegara el día del examen para descubrir el gazapo, ¡eso era motivar a los alumnos!, y no necesitó tablets, chromebooks, pizarras digitales… principalmente, porque esa tecnología no existía en ese momento. Su ingenio fue suficiente para motivar a una clase entera. Recuerdo andar por los pasillos del colegio, ver al profe Carlos e ir corriendo hasta él para preguntarle: «¿has puesto ya el gazapo?».
Al llegar al instituto mi experiencia con las matemáticas cambió. Pedro que así se llamaba el profesor de matemáticas de 2º de BUP, explicaba para el cuello de su camisa, no interactuaba casi con nosotros y su aspecto de intelectual lo ocultaba bajo sus gafas casi siempre empañadas. Llegaba con su mochila negra a clase, lo recuerdo como si fuera hoy, la dejaba en su silla, cogía un trozo de tiza y empezaba a llenar la pizarra de fórmulas para mí complejas. Como ya he dicho, ese verano tuve que estudiar matemáticas.
Seguramente, muchos de los que estáis leyendo estas líneas habréis conocido a un profesor como Carlos, y otros muchos a profesores como Pedro. ¿Con qué profesor pensáis que se quedarían vuestros hijos? ¿Con Carlos o con Pedro?
Y si has tenido la suerte de conocer a profesores como Carlos sabrás que la motivación es esencial para que se produzca el aprendizaje. La clave está en saber transmitir el valor de lo que un profesor enseña. Como bien sabes, la motivación es un factor fundamental para el aprendizaje. Por eso el juego es importante y jugar en el aula es necesario. Además, si al juego se le añade contenido curricular obtenemos la dosis idónea para ayudar a que los niños aprendan y se diviertan.
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